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Reflexiones sobre la conversión de Pablo de tarso

  • sebas970321
  • Mar 9, 2015
  • 2 min read

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Antes de convertirse, Saulo pasó años estudiando las escrituras hebreas. Al enterarse de que había judíos que anunciaban que Jesús era el Mesías, se indignó. Este mensaje contradecía todo lo que había aprendido desde pequeño; de modo que se propuso destruir personalmente el nuevo movimiento de los cristianos. Saulo causó grandes aflicciones a los judíos que se habían convertido a Cristo, porque los arrestaba e incluso trataba de darles muerte. Pero Dios tenía un plan diferente para este apasionado fariseo.

Mientras Saulo, más tarde llamado Pablo, se dirigía a Damasco para arrestar a algunos de los discípulos, ¡el mismo Cristo resucitado se le apareció en medio de una luz resplandeciente! Saulo quedó ciego, evidencia de la ceguera de su corazón. Aunque se había dedicado por completo a cumplir la ley, era incapaz de reconocer a Jesús, el Mesías, ¡el cumplimiento de todas las esperanzas y promesas de la ley!

En los días posteriores, Pablo se pasó en constante oración. Sin duda había un conflicto entre todo lo que había aprendido antes y lo que acababa de experimentar. Dios, que conocía bien la lucha interior de Pablo, le envió a Ananías para ayudarle a acercarse a Jesús: “Hermano Saulo —le dijo este cristiano orando por él— recibe de nuevo la vista” (Hechos 22,13). Milagrosamente, se le cayeron las escamas de los ojos y Pablo recuperó la vista. Al mismo tiempo, se le quitó el velo que había sobre su corazón y pudo “ver” a su Salvador. Cuando recibió el Espíritu Santo, Pablo experimentó una libertad tan extraordinaria que comenzó una vida totalmente nueva, una vida que lo transformaría de perseguidor en apóstol y lo llevaría a desear a Cristo por encima de todo.

Es común escuchar: Yo no soy malo, no robo, respeto a mis hermanos, voy a misa los domingos, etc. Sin embargo esto no es suficiente, pues hemos sido llamados no a ser buenos, sino a ser SANTOS. Y la santidad está fundada no en nuestras buenas obras, sino en el encuentro transformante con Dios. Pablo, como él mismo lo ha dicho en su testimonio, era un hombre bueno, observante de la ley, sin embargo hasta que en Damasco se encontró PERSONALEMENTE con el Señor, sólo hasta entonces su vida se transformó RADICALMENTE. Por eso es necesario que todos y cada uno de nosotros, tenga en su vida un "Damasco", es decir un momento en nuestra vida que sirve como parte aguas, desde donde podemos decir: Antes yo era del mundo, pero ahora pertenezco a Cristo. Es fácil saber si se ha tenido este encuentro, pues de ordinario tiene fecha y se pude decir antes de y después de. Si aún no has tenido este encuentro transformante con Jesús, pídele al Espíritu Santo llegar a tenerlo, pues sólo Él te lo puede conceder. Sólo después de "Damasco" la vida es verdaderamente vida.


 
 
 

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